jueves, 18 de febrero de 2010

Una pequeña historia de Carnavales


Carlitos estabá ansioso, sabía que su vecinita una gallegita recién llegada a la Argentina y al barrio llamada Marilú esa noche iba a ir a bailar junto con sus primas Mercedes y Magdalena al club Riachuelo, ellas se lo habían comentado con un aire superado y casual como quién no quiere la cosa, pero sin poder ocultar la emoción de su primer baile de Carnavales teniendo apenas 12 años.
Carlitos lo supo una semana antes y desde ese momento no pudo dejar de ensayar en su cabeza el acercamiento a Marilú, que le diría, como la miraría, como la sacaría a bailar y sobre todo lo que más deseaba decirle era la famosa frase: ¨Querés salir conmigo¨….. eso era lo más difícil y lo que más le producía esa sensación rara en la panza.
Pero el día llegó era el último baile de Carnavales, el de ¨Cenizas¨ , Carlitos se paro frente al espejo, tomo esa remera que estaba seguro que la iba a impactar, su mejor pantalón, se peinó con Glostora una gomina de moda, ya que detestaba sus rulos y quería verse de pelo lacio y como broche final se calzó una gorra de jean que ni el sabía porque la usaba pero confiaba que le quedaba bien y además lo hacía sentir seguro y partió para el Club Riachuelo, antes con el religioso beso a la Madre, que le decía mientras se alejaba: ¨Carlitos no vengas tarde, tené cuidado acordate que sos chico todavía¨!!!
Faltando una cuadra para llegar ya se escuchaban un alegre pasodoble de un conjunto de ¨Gaiteros¨ que tocaban todas las noches, entre algunos temas de la época que ponía el Disc-jockey del lugar. Carlitos empezó a sentir nuevamente la sensación en el estomago y a temblar las piernas pensando en el momento de ¨encarar¨ a Marilú, ¨Que día Dios!¨, pensaba entre ansioso y emocionado.
Al entrar echó una mirada general al lugar, el patio del Club ya estaba lleno de gente mayor, jóvenes y chicos bailando como trompos al compás de los ¨pasodobles¨, más arriba en los pasillos que bordeaba el patio a manera de un gran balcón había más gente pero sentada en mesas tomando algo, y casi en un rincón ahí estaba ella, Marilú, junto a sus primas y a su tía sentado en el medio de ellas como un perro guardián cuidando a su rebaño de ovejitas.
Y bueno allá voy! pensó Carlitos, tomando aire y sacándose el papel picado que caía y la espuma que tapaba su visión.
Pero en eso lo inesperado…un terrible martillazo de plástico de esos que hacían ruido al pegar con sus puntas en forma de fuelles, pero con tanta mala suerte que se lo dieron de ¨canto¨ la parte más dura, sobre un ojo. Carlitos quedo consternado, no podía ver bien, le ardía. Camino en forma instintiva hacia el baño a mojarse un poco para poder retomar su plan de conquista pero al verse en el espejo vió su ojo ya casi cerrado y dijo: ¨Nooo puede ser la putaaaaaaa madre!. Todo se derrumbó, comprendió que con el ojo en ese estado tan molesto y estéticamente horrible no podía acercarse a Marilú, parecía el ojo de un boxeador…
Y así fue como volvió por a su casa por esas calle oscuras, pero sin peligro en ese entonces. Antes de entrar a su casa saludo a Don Cosme y a su esposa tapándose el ojo, que estaban sentados con sus respectivas sillas en la vereda.
La madre se sorprendió por lo temprano de su llegada, le puso hielo en el parpado y Carlitos se acostó en su cama maldiciendo a ese infortunado martillo de plástico que le arruinó la noche y su tan ansiado momento. Se fue durmiendo de a poco casi sin darse cuenta, con el ruido de un ventilador viejo como música de fondo, mirando el techo de su habitación dibujando con su mente la cara de Marilú, sin saber cuando volvería a verla ni a tener un momento tan propicio como el que se le escurrió de sus manos esa noche.

Daniel Pereyra